Cuentan que una figura maligna se esconde en los fríos bosques del norte. Es un ser gigantesco, con la piel cubierta de hielo, una fuerza descomunal y un hambre constante. Es el Windigo.
El Windigo se alimenta de carne humana. Durante el día acecha en el bosque, a la espera de caminantes despistados. Ataca por la espalda y no deja ni los huesos. Por las noches, en cambio, se adentra en las aldeas y comprueba puertas y ventanas. Nunca hay que olvidarse de cerrar bien, porque cualquier pequeño descuido puede significar una invitación para la bestia. A la mañana siguiente, la casa estará vacía. Y el Windigo todavía tendrá hambre.
Pero esto no es lo peor. Sigue leyendo